2/3 LA HISTORIA OCULTA DE DONDE VINO JESUCRISTO.

MARÍA Y SU CRIANZA.

SU VIDA DE PREPARACIÓN

Ana tuvo a María y cumplidos los 3 años de edad apareció el ser y llevo a la Virgen, para ser educada en el recinto del templo, con las demás vírgenes y los padres regresaron a su casa.

Con el tiempo a la vez que en edad crecía era visitada a diario por los seres de luz que le hacía abundar en toda especie de bienes y visiones y solo comía alimentos que ellos le llevaban.

Así llegó a los catorce años y su vida y su conducta eran dignas de admiración.

Así entonces ya que tenía catorce años, debía volver a su hogar y casarse, conforme a la costumbre de su nación y a la madurez de su edad. 

María declaró que no podía hacerlo ya que ella había ofrendado su virginidad al Dios, no quería violar este voto, para unirse a un hombre, fuese el que fuese.  

 Ella entonces pregunto a Dios y una voz le afirmó que de acuerdo con la profecía de Isaías, debía buscarse a quien debía desposar y guardar aquella virginidad.  

Ya en su casa fue un Gran Sacerdote quien ordenó que todos los hombres de la casa y de la familia de David, aptos para el matrimonio y no casados, llevasen cada uno su vara al altar, y que debía ser confiada y casada la virgen con aquel cuya vara produjera flores, y en la extremidad de cuya vara reposase el espíritu del Señor en forma de paloma.

Recayó en José hombre avanzado en edad la elección de esposo para la Virgen.
 
Una vez celebrados el matrimonio, José se retiró a Bethlehem, su patria, para disponer su casa, y preparar todo lo necesario para la llegada de María y en cuanto a María, volvió a Galilea, a casa de sus padres.

Ya en vida de esposos un ser de luz, Gab-el (Gabriel), fue enviado a ella por Dios, para anunciarle que concebiría al hijo de Dios, y para explicarle la manera y el orden según el cual las cosas pasarían.
 
Y esté ser de luz entro en su casa, inundando con gran luz la habitación en que se encontraba, y saludándola muy amable le dijo: María, virgen muy agradable a Dios el momento ha llegado. 

Y María, que conocía ya bien las fisonomías de luz y que estaba habituada a recibir la luz celeste, no se amedrentó ante la visión del enviado divino, ni quedó estupefacta ante aquella luz. Unicamente la palabra del ser la turbó en extremo. 

Y se puso a reflexionar sobre lo que podía significar un saludo tan insólito, sobre lo que presagiaba, sobre el fin que tenía. Y el ser divinamente inspirado previno estas dudas, diciéndole: 

No temas, María que mi salutación oculte algo contrario a tu castidad. Has encontrado gracia ante el Señor, por haber escogido el camino de la pureza, y permaneciendo virgen, concebirás sin pecado, y parirás un hijo sin dolor y será llamado hijo del Dios.



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